MARIO BENEDETTI (BESTIARIO)
Paso de los Toros, Tacuarembó-Uruguay, 1920-Montevideo,2009
Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia conocido como Mario Benedetti, fue un escritor uruguayo, integrante de la Generación del 45, uno de los más reconocidos en la lengua española. Su prolífica producción literaria de más de ochenta libros incluye cuento, novela, poesía, ensayo, canción, teatro y crítica cinematográfica. Algunos de sus libros fueron traducidos a más de veinte idiomas y le otorgaron numerosos premios y reconocimientos, entre ellos el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el Gran Premio Nacional a la Actividad Intelectual de su país, cinco doctorados honoris causa y el nombre del asteroide (5346) 1981QE3. En su testamento dejó creada la Fundación Mario Benedetti para preservar su obra y apoyar la literatura y la lucha por los derechos humanos en Uruguay (en especial el esclarecimiento del paradero de los detenidos desaparecidos de ese país.
La asamblea anual de la Fauna Artística y Literaria fue convocada, en primera citación, a las 20 horas, y en segunda a las 21, pero solo se logró el quórum necesario en el segundo llamado.
Faltaron con aviso el Mastín de los Baskerville, el Cisne de Saint Saëns y Moby Dick de Melville; sin aviso, las Moscas de Sartre y la Trucha de Schubert. Estuvieron presentes: el Loro de Flaubert, el Asno de Buridán, la Paloma de Picasso, los Centauros de Darío, el Cuervo de Poe, el Rinoceronte de Ionesco y las Avispas de Aristófanes.
En el Orden del Día figuraba un punto único: la designación del Rinoceronte de Ionesco como presidente vitalicio y omnímodo.
El Centauro (Orneo) de Darío comenzó diciendo: «Yo comprendo el secreto de la bestia.»
El Asno de Buridán no pronunció palabra pero dio a entender que ni fu ni fa.
El Loro de Flaubert tuvo una intervención tripartita e insólita: «Cocu, mon petit coco», «As-tu déjeuné, Jako?», «J’ai du bon tabac».
Otro Centauro (Caumantes) de Darío apoyó a su congénere Orneo: «El monstruo expresa un ansia del corazón del Orbe.»
El Rinoceronte de Ionesco movió lentamente el cuerno pálido y manchado, como un modo sutil de darse por aludido.
La Paloma de Picasso se acercó volando y su breve excremento cayó como un decisivo comentario sobre la impenetrable testa del candidato.
No obstante, la propuesta de los Centauros de Darío flotaba en el aire, de modo que las Avispas de Aristófanes opinaron a cappella: «No, nunca, jamás, mientras me quede un soplo de vida.»
El Loro de Flaubert, reiterativo, pretendió intervenir:
«Cocu, mon petit coco», pero el Cuervo de Poe abrió por fin su pico. Todos callaron, hasta el Loro.
Dijo el Cuervo: «Nunca más.»
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