AIDA CARTAGENA PORTALATIN (QUIÉN LO ADIVINABA ENTONCES)

 

Moca-Rpca Dominicana, 1918 - Santo Domingo, 1994
Aída Cartagena Portalatín fue una poeta, narradora y ensayista dominicana. Fue una de las pocas escritoras dominicanas de la primera mitad del siglo XX que logró levantar e imponer enérgicamente su voz en un medio literario predominantemente masculino. Poemas suyos como "Estación en la tierra", "Una mujer está sola" y "La casa" confirman la soledad y la rebeldía que caracteriza la mayor parte de sus textos y fortalecen, al mismo tiempo, el sentido social de una producción literaria que en su conjunto aboga por situar a la mujer de su época en su justo espacio y dimensión. Murió en Santo Domingo el 3 de junio de 1994.

Dejé todo colgado del recuerdo, colgado de las matas de aguacate, tamarindo y de los dos naranjos; dejé todo con el recuerdo de mis vueltas en los caballitos del pueblo, del triciclo,  la muñeca sin ojos ni brazos que peinaba a la garbo, dejé a Tico el pendenciero en la esquina, sembrado como un árbol, ah ! dejé colgado del techo y las paredes de mi casa los cuerpos y las lágrimas de papámamá tan de repente el día que salí para el internado que ellos seleccionaron para mí en la capital, corriendo a la fecha en coche del radiador con herrumbres y piches ¡agua,  que se quema, por favor ! pararse en el camino frente al restaurante del chino de Bonao, comer un sanduis de cuatropisos, pasar al retrete, la bocina, qué bocina ya ya que voy que me esperen subo y marcha de nuevo el coche por las rectas, curvas, vueltas al Arroyo Vuelta, La Cumbre, Virgen de la Altagracia ¡gracias!  más allá  reverbera de nuevo el radiador - nada de agua por ahí-  La Lolita que va en el asiento delantero aprovecha la parada,  baja, se oculta en un monte suelta sus necesidades, apagado el motor se enfría, arranca de nuevo el papamontero coche viejo, Hubaldo con H pisa otra vez el acelerador frente a Catarey el pichado traga agua hasta ahogarse como una vaca en río crecido, no Lolita no es aquí, faltan 54 kilómetros corre que corre más, en el 34 le digo:  fíjate abajo, la represa del acueducto casi seca, adonde vamos la erre cambia por ele,  ¡qué calamidad! dos agentes vociferan ¡paren, que registramos! abren mi carterita con un pañuelo húmedo de lágrimas de despedida, sí, papamamá esto es canalla, mi único tesoro diez dólares gringos de los americanos -canallas- que se fueron, canallas -volvieron - el agente señala un billete- dice: juane, dice fumo, y no que noooooo no le doy nada, se oye el pueden seguir, pisa Hubaldo el hierro, pasamos por el aeropuerto Limber - aquí, aquí, Palé, la guagua, Palé-Capital-Bonao-La Vega-Moca-Santiago-Capital, el radiador grita, agua que te falta, agua que te hierve frente al kilómetro Cero, Lolita, esta es la capital, con glorieta y Parque Independencia, sin adivinar entonces que el parque tendría un día rejas, una fosa en el centro, al este un bastión con muralla de Castilla, al oeste un mausoleo estilo Ramsés o Tutamkamón, los tres grandesgrandes-grandes encajonados ahí , parque de reunión del pueblo, con custodia, rejas, sin respiro, Lolita, le quitaron la plaza al pueblo, lloran los tres por el pueblo, vaya, que pena grande, y aquel azul es el mar del sur sin alambradas, distinto a los solares del pueblo o a la trinchera de los gringos en abril del 65, quien adivinaba cuando llegamos que harían esa trampa para que se gritara afuera ¡abajoooo! y la poliguardia traquetetraque taque que te golpea y atrapa diciéndote agitador, entonces en mi casa rompieron el orden levantaron un piso sobre la terraza del patio y pusieron balcón a la pieza de la esquina, talaron los árboles, cayeron los recuerdos colgados para que entraran  los años que llegaban para madurar mi piel, secarme los huesos, cansarme el cerebro durante la tiranía  con treintiún años cumplidos, que vaina, pendejos, y quedándome ahora mirándolo todo como la lela de Lala mi nodriza, esto hasta llorar sin cortar el lloro para subir a la libertad por una escalera larga y otra chiquita.
No hay esperanzas, digo, que sí que las hay dice Lolita que corre por los acantilados del mar frente a la vieja Plaza Colombina, y de repente cae como la pájara pinta que estaba sentada en el verde limón, que con el pico recoge la cola y con la cola recoge el botón. Lloramos llora que te llora y si hay esperanzas hay esperanzas. Entonces lloramos más alto y terminamos cantando:
"Para subir a la libertad
se necesita
una escalera grande
y otra chiquita"

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