CARLOS DRUMOND DE ANDRADE (EL ASALTO)
Itabira-Minas Gerais (Brasil) 1902-Río de Janeiro, 1987
Carlos Drummond de Andrade fue un poeta y narrador que figura entre los más grandes líricos brasileños del siglo XX y cuyo libro Alguma poesía dio inicio a la renovación del modernismo en Brasil. Procede de una famillia campesina en declive, realiza estudios en la ciudad de Belo Horizonte y el Colegio de los Jesuitas de Nueva Anchieta RJ Friburgo, donde fue expulsado por "insubordinación de la mente." De vuelta en Belo Horizonte, comenzó su carrera como escritor y colaborador de la revista Journal of Mines, que congregó a simpatizantes locales de la minera movimiento modernista en ciernes. nicia la actividad literaria militando en las filas del modernismo, propugnando el retorno a la realidad y rechazando toda forma de influencia extranjera en la Cultura brasileña. En la primera obra que realiza llamada Alguma poesia, domina, en efecto, la Peosía de la vida cotidiana y local. Las costumbres y tradiciones de su tierra natal son evocadas sin hacer ninguna concesión al lirismo romantizante, refrenado por una fina ironía, que se revelará permanentemente en todas sus obras. Falleció en Río de Janeiro, el 17 de Agosto de 1987, pocos días después de la muerte de la única hija que procreó, la cronista de María Julieta Drummond Andrade
Minicuento
La casa suntuosa en Leblon está guardada por un mastín de terrible semblante, que duerme con los ojos abiertos; o quizás no duerma, de tan vigilante que es. Por eso, la familia vive tranquila, y nunca hubo noticia de asalto a una residencia tan bien protegida.
Hasta la semana pasada. La noche del jueves, un hombre logró abrir el pesado portal de hierro y penetrar en el jardín. Iba a hacer lo mismo con la puerta de la casa, cuando el perro, que astutamente lo había dejado acercarse (para arrancarle toda la ilusión conquistada), se lanza hacia él y lo acomete en la pierna izquierda. El ladrón quiso sacar el revólver, pero no hubo ni tiempo para ello. Cayendo al suelo, bajo las patas del enemigo, le suplicó con los ojos que lo dejase vivir y con la boca prometió que jamás intentaría asaltar aquella casa. Habló por lo bajo para no despertar a los residentes, temiendo que la situación pudiera agravarse.
El animal pareció entender la súplica del ladrón y lo dejó salir en un estado lamentable. En el jardín quedó un trozo de pantalón. Al día siguiente, la criada no comprendió por qué razón una voz, al teléfono, diciendo que era de Salud Pública, preguntaba si el perro estaba vacunado. En ese momento, el perro, que estaba al lado de la doméstica, agitó la cola, afirmativamente.
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