YUSUF IDRIS (PÁJARO EN EL HILO)

 Sharqia-Egipto,1927 -Londres-Inglaterra, 1991
Yusuf Idris 'Ali fue un escritor egipcio de teatr0, novelas y cuentos que nació en el pueblo de Birum, cerca de la ciudad de Faquous, localizada en la Gobernación Oriental o Sharqia en Egipto y murió en Londres, Inglaterra. Fue conocido sobre todo por escribir sus obras combinando el dialectal y el árabe estándar centrándose en las tradiciones populares y el folklore egipcio, Su padre era especialista en la recuperación de tierras, por es. viera con su abuela. A Idris le interesó la ciencia y la química, y por ese motivo él decidió estudiar medicina en la Universidad de El Cairo. Durante sus cursos universitarios en la facultad de medicina se implicó políticamente, participando en muchas manifestaciones contra el régimen colonial británico y el Rey Faruq. En 1961 fue galardonado con la medalla de la República y fue reconocido como uno de los escritores más importantes de su época. Está considerado, junto con Naguib Mahfuz, el gran renovador de la literatura egipcia. Falleció en Londres a la edad de 65 años a causa de un derrame cerebral.

Eligió el sitio más alto y se posó. Era un hilo. Iba de poste a poste en un tendido 225 telefónico. Sus garras apenas tocaban el hilo. Sopló aire y el hilo vibró y se balanceó. Se agarró más fuerte. Nunca estaba quieto y sus movimientos resultaban imprevisibles. Llegaban de súbito. Pasaban de súbito. De súbito alcanzaban el paroxismo. Tan pronto trinaba como volvía la cabeza, aleteaba o piaba. De repente se entusiasmó. Echó a volar. Se lanzó en picado. Planeó. Se posó. Quedó agarrado. Volvió la cabeza. Atisbo a su compañera, que estaba cerca. Aleteó. Aleteó ella. Se acercó. Se acercó ella. Pió. Trinó ella. Frotó el pico con su pico. Frotó ella también. Ladeó la cabeza él. Hizo ella descansar la suya encima. Se entusiasmó él. Saltó. Arriba. Abajo. Del entusiasmo se cagó. El chorro del excremento blanco coloreó el hilo. He rrumbroso. Viejo. Nada grueso. En aquel preciso instante transportaba seis conferencias a la vez. Por fuera no pasaba nada; dentro giraban cosmos y universos. Felicitaciones, protestas, saludos, tratos, adioses, súplicas, un terreno en venta, un país en venta, voces ásperas, susurros delicados. Las palabras se confundían, se mezclaban, se unificaban y se transformaban materialmente en ondas eléctricas, en un solo fenómeno homogéneo. Las palabras de amor compartían la tensión con las de odio. La onda eléctrica de la verdad era idéntica a la de la mentira, la de la franqueza a la de la hipocresía, la de la congoja a la de la imprecación, la noche era como la aurora y las claras del día, lo prohibido como lo lícito, la abnegación como el abuso de confianza y el esfuerzo, el heroísmo como la bajeza. Palabras. Tensiones. Ondas eléctricas incansables y ágiles. Un guiño y con su movimiento alteraban destinos, ponían a punto proyectos, concluían o iniciaban vidas y proyectos de vida. Más guiños y se hacían acuerdos, se confirmaban contratos, se tramaban conjuras. Por las palabras. Por las mismas excelentes palabras. 
El hilo era viejo, herrumbroso, callado, oscuro. Su apariencia no traslucía nada de lo que por dentro pasaba e iba en marcha. En él no se producía ningún cambio, imperturbable apariencia larga, interminable. 
El pájaro estaba posado en el hilo y con las garras inocentes comprendía y abarcaba todo aquello. Soberanamente vivía sin saber siquiera que el hilo era un hilo y menos aún que lo que pasaba por él pasaba también por él. Sólo era una buena ocasión para el reposo, un reposo del que en cualquier momento podía hartarse. De pronto saltó, aleteó, trinó, se echó a volar, se lanzó en picado. Mientras subía intentó hacer el amor a su compañera y en ese mismo vuelo se posó otra vez. Pió entusiasmado y del entusiasmo, sin darse cuenta, defecó. Una cagadita blanca en el hilo, en el mismo hilo. Pegada a él lo mismo que el tiempo y que la herrumbre.

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